El homo economicus y la libertad humana

En el contexto de la Cátedra Libre “Manfredo Kempff Mercado”, que se imparte desde la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA)1 y a cargo del profesor Enrique Fernandez García, el Director Ejecutivo del Acton Institute, Alex Chafuen, nos invitó a reflexionar sobre algunos puntos referidos a la libertad humana.

Alex, economista de profesión y católico converso, ha pasado la mayor parte de su vida defendiendo las ideas de la libertad y apoyando, incansablemente, a consolidarla en distintos países de la región de habla hispana.2

En esta entrada quiero referirme particularmente a uno de los temas en los cuales se centró el encuentro y es, a saber, la concepción que tenemos los economistas de la libertad humana.

Metodología de la economía positiva

Un tema que me hizo recordar las aulas universitarias fue el supuesto del homo economicus que se utiliza como una ficción metodológica para indicar que el individuo actúa de forma racional (transitividad en las elecciones, consistencia temporal, etc.) tratando de obtener el máximo beneficio de sus decisiones.

Cualquiera que ha tomado un curso de microeconomía avanzada y ha tenido la suerte (?) de revisar Microeconomic Theory de Mas-Colell, Whinston & Green (1995) sabe lo matemática que la definición de racionalidad puede llegar a ser:

Imagen

Esta noción de la maximización encontró tempranamente su justificación filosófica en la mano invisible de Adam Smith la cual ha sido invocada en innumerables ocasiones para justificar que la búsqueda del interes personal a veces entendido, a mi criterio, de forma errónea, con el egoísmo es “bueno” para la sociedad.

Esta forma de entender al individuo, que desde una perspectiva filosófica podría considerarse simplista o reduccionista, se enmarca en la metodología de la economía positiva popularizada por Milton Friedman y la escuela de Chicago allá por la década del 60, donde se establece que una buena teoría económica debe juzgarse no por la realidad de sus supuestos, sino por la calidad de sus predicciones3.

Si bien los economistas tratamos de entender la realidad a través de modelos simplificados de la misma y, por ejemplo, nadie discute que el supuesto de competencia perfecta es sólo eso, un supuesto, que puede cumplirse o no dadas las circunstancias propias del mercado específico que se analiza, el supuesto del homo económicus no es tan inocuo. En particular, este supuesto no es directamente testeable pues es una afirmación del ser y remite a características que van más allá de lo medible y observable, como puede ser la intencionalidad de una acción.

Lo dramático del caso es que este supuesto metodológico y útil en muchos casos, termina confundiéndose con una afirmación de cómo actúa el ser humano y, peor aún, de cómo debe ser. Nótese lo siguiente. En economía, si el ser humano actúa racionalmente buscando maximizar su bienestar (su interés personal) y éste a su vez se reduce a consumir más dado su ingreso entonces, se deriva, la sociedad en su conjunto también maximiza su bienestar y se consigue una asignación de recursos Pareto Óptima, es decir, no hay ninguna forma de reasignar los recursos en la sociedad que pueda mejorar el bienestar de alguien sin reducir el de otra persona (véanse los teoremas fundamentales de la economía del bienestar). Este resultado se puede generalizar a contingent commodities o en el caso de que existe incertidumbre y se conoce como el teorema de Arrow-Debreu:

“Arrow-Debreu”

Luego de ver esta definición el estudiante está ya convencido. Por tanto, para alcanzar el máximo bienestar posible en la sociedad, se deben dejar a los individuos libremente seguir su interés personal y listo, el problema económico está resuelto4.

Hasta aquí, lo que parecen simples deducciones y razonamientos econonómicos apoyados por algo de matemática se convierten en graves afirmaciones respecto al ser humano. Por ejemplo, de lo visto anteriormente se podría concluir:

Si seguir libremente el interés personal (“egoísta”) maximiza el bienestar social, entonces este tipo de conducta es bueno y deseable para la sociedad y, como corolario, se debe evitar cualquier cosa que desvíe al indiviudo de este comportamiento.

En este contexto, algunos términos para destacar son libremente, bienestar social y bueno que, si bien en el contexto de la economía se utilizan de forma instrumental y con importancia muchas veces secundaria, en otras disciplinas como la filosofía, religión, etc. ocupan el primer plano.

En primer lugar, el concepto de libertad en economía se ocupa en el contexto de la elección individual. Sin embargo, este concepto se limita a la compra y venta de bienes sin coherción en el mercado. Por otra parte el bienestar social, al menos en el sentido económico, se reduce a la eficiencia5 y se alcanza cuando, producto de la elección individual, los individuos han comerciado todo lo que desean dado los precios de mercado. Finalmente, una vez las transacciones ocurren y se alcanza este bienestar social, este equilibrio o situación alcanzada es “buena”.

Nótese que si bien el resultado del libre mercado puede ser eficiente y eso es conveniente para la sociedad, pues no se desperdician los recursos siempre escasos, no es el único criterio para decidir o valorar una acción, pues la justicia, la estética o distintos otros valores pueden ser importantes también. Es más, de que el resultado sea eficiente no se deriva que sea bueno, al menos en el sentido moral del término.

Adicionalmente, la eficiencia en los resultados tampoco es sinónimo de bienestar social, un término mucho más ambiguo, difícil de definir en términos exactos y, más difícil aún, llegar a acuerdos sobre el significado del mismo.

“Mundo sin abogados”

Así, los economistas, pertrechados con estos modelos simplificados para modelar al consumidor, hemos intentando entender el mundo que nos rodea en tópicos tan distintos y diversos como pueden ser la familia o la elección pública, por poner algunos ejemplos. En muchos casos las conclusiones obtenidas han sido importantes y han valido premios Nobel pues han logrado, utilizando el instrumentar económico, arrojar luz sobre temas controvertidos o difíciles de analizar.

Sin embargo, los axiomas del comportamiento racional utilizados para llegar a conclusiones no son necesariamente inocuos, puesto que si no se contextualizan correctamente pueden interpretarse como axiomas del comportamiento humano en general, algo que va más allá del objeto de la ciencia económica, generando confusión entre los economistas.

Comentarios finales

La ciencia económica y la metodología que emplea para el estudio del individuo y la sociedad le han permitido aplicar el método científico a cuestiones sociales con resultados positivos para la ciencia y el progreso en general6. Sin embargo, la extrapolación de los supuestos de la metodología de la economía a cuestiones del ser o del deber ser pueden inducir a falsas concepciones del ser humano, especialmente en estudiantes de economía.

En mi experiencia, si bien la economía es útil como ciencia, no apunta a decir nada trascendente del individuo, indicar algún modelo de vida como correcto o, menos aún, apunta a proponer algún ideal de la excelencia humana, como pueden proponerlo otras disciplinas como son la antropología, la ética o la religión. Sin embargo, el incorrecto entendimiento de los supuestos de la racionalidad humana, la libertad individual y el bienestar social de los que se habla en el estudio de la ciencia económica pueden llegar a generar confusiones sobre qué es y qué debe hacer el ser humano.

De todas maneras, en mi opinión, un buen cientista social debe tener, mínimamente, una teoría coherente sobre qué es el hombre (antropología) y cuál es el fin del hombre (ética). Sin esto, es muy fácil que el homo economicus se tome como modelo “correcto” de actuar y la eficiencia como fin último del hombre7, cuesstiones bastantes discutibles y que, sobre todo, requieren respuestas que la ciencia económica no es capaz de dar.

Como comentaba Alex en su charla, parafraseando si no me equivoco a Hayek, “el gran problema de la divulgación de las ideas de la libertad comenzó cuando los economistas comenzaron a hablar de ella” sin duda, esta situación es alimentada por el enfoque instrumental y reduccionista en el que contextualizamos el actuar humano en nuestros modelos económicos.


  1. Aquí se puede encontrar las imágenes del evento. ↩︎

  2. Para el lector cristiano interesado, Alex ha escrito un grandioso ensayo titulado Raíces cristianas de la economía de libre mercado, el cual puede ser descargado gratuitamente aquí↩︎

  3. Un libro contemporáneo donde se discuten aspectos metodológicos de la ciencia económica es Economics Rules de Dani Rodrik. ↩︎

  4. En estricto rigor, se deben cumplir también las condiciones necesarias para que se obtenga una asignación pareto eficiente, lo que implica tener mercados completos, de competencia perfecta y que no existan externalidades. ↩︎

  5. Los economistas hemos inventado las nociones de excedente del consumidor y del productor para intentar medir el bienestar. El excedente del consumidor se define como la diferencia entre lo que está dispuesto a pagar (subjetivo) y el precio que paga en el mercado. El excedente del productor es la diferencia entre lo que recibe por su producto y el costo de producción del bien. ↩︎

  6. Para el lector que no esté de acuerdo, esta columna de Noah Smith puede ayudar a matizar el tema. ↩︎

  7. Unos libros que, durante la carrera, me ayudaron bastante a separar el estudio del ser humano del estudio de la economía (o del comportamiento del ser humano en el contexto de su interacción con el mercado) fueron Fundamentos de Antropología de Ricardo Yepes Stork y El Anillo de Giges de Joquín García Huidobro. ↩︎

Roger Mario López Justiniano
Economista

Economista especializado en banca y análisis de datos. Mis intereses incluyen el estudio de la macroeconomía, econometría y ciencia de datos.

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