En la ya clásica película Titanic (1997), dirigida por James Cameron, se narra la historia de la tripulación que viajaba en el RMS Titanic, un barco que, según se decía, no podía hundirse. Una de las escenas más desgarradoras muestra cómo, minutos después de colisionar contra el iceberg y mientras el caos reinaba a bordo, un grupo de músicos que viajaban en primera clase, ante el inminente final, decidieron esperarlo mientras tocaban sus instrumentos.
Esta imagen, de alguna manera, también puede funcionar como una metáfora sobre la gestión de la economía boliviana y, en concreto, del rol que ha jugado el Banco Central de Bolivia (BCB) que, a inicios de 2023, las Reservas Internacionales Netas (RIN) que administraba para sostener el tipo de cambio fijo alcanzaron niveles alarmantes y los rumores sobre la insostenibilidad del cambio se multiplicaron. Estos rumores, además, fueron exhacerbados todavía más con la caída del Banco Fassil el primer trimestre de aquel año.
Así, desde sus inicios, el 2023 ya se perfilaba como un año con perspectivas negativas para la economía de Bolivia, donde la pericia de las autoridades sería determinante para definir los resultados económicos. Sin embargo, se comenzó con tropiezos. Como solución a la abrupta caída de las RIN, en una mala lectura de la realidad, el BCB propuso comprar a los exportadores sus dólares a un precio ligeramente mayor al del tipo de cambio oficial, una medida que se juzgó como otro síntoma de la insostenibilidad del tipo de cambio fijo. Como era de esperarse, la población reaccionó y, casi inmediatamente, el dólar comenzó a escasear. La consecuencia lógica fue la aparición de mercados paralelos. Aquí el BCB, y esta vez junto al gobierno, se equivocó nuevamente y, en vez de abordar los factores estructurales del problema, se decidió culpar a los “especuladores”, mientras se perseguía y encarcelaba a librecambistas en las calles (ver aquí,aquí o aquí).
Los errores no se detuvieron ahí. Ya en medio de la tormenta, el 6 de marzo de 2023, el BCB indicó que vendería dólares directamente al público a través de sus ventanillas y desde las ventanillas del Banco Unión. Sin embargo, lo que el público entendió de esta medida fue que el sistema financiero no tenía dólares y, por tanto, convenía atesorarlos “por si acaso”. Más tarde nos enteraríamos de que ciertamente la banca no tenía dólares, pues los había entregado todos al BCB a cambio de liquidez barata para la colocación de créditos sociales a tasas subsidiadas1. Adicionalmente, el 5 de mayo de 2023, el BCB aprobó una normativa que lo facultaba para comprar oro en el mercado nacional, con el objetivo de fortalecer las RIN. Nuevamente la señal enviada al mercado fue errónea: no tenemos suficientes dólares pero, al menos, vamos a inflar las RIN con oro. Otro síntoma de la improvisación del momento y la falta de un plan o visión de largo plazo para la economía.
Paralelamente, en un intento que ya para ese entonces parecía desesperado, a mediados de febrero de 2023, el BCB dejó de publicar sus estadísticas semanales donde, entre otras cosas, se reportaba el nivel de las RIN. Además, para evitar la filtración de este dato, también dejó de publicar sus estados financieros, que liberaba con frecuencia mensual. Estas acciones fueron interpretadas por el público como un intento de ocultar la verdadera magnitud de la crisis, lo que añadió incertidumbre entre los analistas y la población en general que, desde entonces, se vieron obligados a operar en un entorno de opacidad.
Sobre este último punto quisiera hacer una digresión. De saber el estado de las RIN semanalmente, se pasó a saberlo con varios meses de retraso. Por ejemplo, el 6 de julio de 2023 nos enteramos de cuántas reservas teníamos a fines de abril (casi 3 meses de rezago) y, a comienzos de diciembre de 2023, nos enteramos de cómo estaban las reservas a fines de agosto (4 meses de rezago). A inicios de 2024 nos enteramos de cómo estaban las RIN con corte a diciembre de 2023 (más o menos al día), para luego no volver a saber nada de ellas hasta mayo de 2024 (5 meses de rezago), última fecha de publicación. ¿Cómo puede el Ente Emisor ser creíble si opera entre secretismos y ocultando información? o, para ponerlo de forma más política, ¿cómo puede ser creíble si libera la información cuando esta ya no es relevante para la toma de decisiones?
Huelga decir que no solo el público general, sino el mismo sistema financiero, ha sentido la falta de dólares. La banca, por ejemplo, al comienzo de este problema subió sus comisiones para el envío de dinero al exterior, una variable que pronto se utilizó como una especie de ancla nominal sobre la cual se calculaba el valor de mercado del dólar. Esta situación subóptima permitía, al menos, que las empresas que estaban dispuestas a asumir un costo mayor pudieran pagar a sus proveedores en el extranjero. Sin embargo, la situación empeoró drásticamente cuando la ASFI, en febrero de 2024, haciendo caso omiso de las leyes económicas básicas de la oferta y la demanda, impusiera precios máximos al cobro de comisiones. El resultado fue una mayor escasez de dólares. Los mercados, que no se doblegan al capricho de las autoridades, respondieron con un dólar todavía más caro que, según distintas plataformas digitales, pasó de estar aproximadamente en Bs. 7.85 por dólar a casi Bs. 8.70 durante la semana del anuncio, para luego estabilizarse en Bs. 8.2 con marcada tendencia al alza.
En este contexto los analistas comenzaron a indagar más sobre el estado de la economía y sus fundamentos, buscando información alternativa que todavía se publicase con mayor frecuencia, como las variables del sistema financiero que publica la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI), la inflación o el saldo comercial que calcula el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), o reconstruyendo algunas variables fiscales con información del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas (MEFP). Ninguna de ellas mostraba -ni muestran en la actualidad- un panorama optimista. Por ejemplo, a finales de mayo de 2024, el BCB publicó sus Estados Financieros auditados, donde se aprecia un incremento del crédito interno al Tesoro General de la Nación de USD 4,392.3 millones por concepto de “liquidez transitoria”. Dado los desequilibrios fiscales permanentes del gobierno, esta “impresión” de billetes no hizo más que avivar, aún más, las expectativas de inflación y, como consecuencia, de devaluación de la moneda. Así, la inflación, objetivo máximo del Ente Emisor, fue relegada a un segundo lugar por la necesidad de financiamiento del MEFP.
Por si esta plétora de desaciertos no fuera suficiente, en los últimos días el Central ha llevado a cabo dos seminarios en total desconexión con la realidad: el 26 de julio de 2024 realizó la XVII Jornada Monetaria titulada “Finanzas Sostenibles: retos y oportunidades para el desarrollo económico”. Lo que pudo haber sido un espacio para reflexionar y nutrirse de nuevas ideas para enderezar el timón de la economía terminó siendo una divagación sobre temas de los cuales estamos a años luz de implementar2. Por último, y ya rozando la comedia, el BCB celebró el taller “Acceso a la información”, donde la viceministra de Transparencia Institucional y Lucha contra la Corrupción fue la disertante. Más absurdo aún es leer los comentarios en las redes sociales del BCB donde se aplaude su gestión en materia de transparencia.
En la literatura económica se ha sostenido que uno de los activos más importantes para un Banco Central es su credibilidad, es decir, la confianza de la población en que la entidad tiene la capacidad y la voluntad de actuar para prevenir que las expectativas de los agentes se disparen y así garantizar la efectividad de las políticas monetarias y cambiarias. Sin embargo, como se ha visto en los últimos años, el BCB no solo ha cometido errores importantes en su gestión, sino que también ha mostrado una total desconexión con la realidad. Ahora, con un tipo de cambio paralelo ya sobrepasando incluso los Bs. 13 en las calles, parece que, al igual que los músicos del Titanic, el BCB seguirá tocando algunas piezas más mientras se hunde el valor del peso boliviano y la economía en general.
Anexo A: Las reservas internacionales
En este Anexo se presentan los datos históricos de las Reservas Internacionales Netas (RIN) del Banco Central de Bolivia (BCB) como referencia:
Como se indica en el artículo y se muestra en el Gráfico anterior, desde el 2015 las RIN se encuentran en caída libre. Aunque esta situación era evidente no se tomaron las medidas correctivas en el momento oportuno que, si bien no necesariamente le competen todas al BCB (por ejemplo, la balanza de pagos, la política fiscal, etc.) a posteriori parece ser que la entidad no tiene suficiente independencia para la toma de decisiones (esto se manifiesta, por ejemplo, en el interinato de sus principales autoridades o en el crédito interno).
Anexo B: Los agregados monetarios en moneda extranjera
Otro dato interesante son los agregados monetarios en moneda extranjera que publica el BCB. En el siguiente gráfico se muestra el crecimiento interanual de los mismos:
En este gráfico se puede ver que, a partir de enero de 2023, se observa una caída brusca en los mismos respecto al mismo mes del año anterior. Este comportamiento refleja la mayor demanda de dólares por parte de la población desde ese momento.
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Una de las respuestas del BCB a la banca ante el reclamo por los dólares fue la del presidente interino del Central, indicando que sí había dólares y apunta a banqueros ‘conservadores’ cuya administración ‘no es de las mejores’. Lo curioso de la situación es que el BCB, entre sus funciones, está la de “Ejecuta[r] la política cambiaria normando la conversión del boliviano con relación a las monedas de otros países. Esta política se orienta a mitigar las presiones inflacionarias de origen externo y preservar la estabilidad del sistema financiero. Está facultado para normar las operaciones financieras con el extranjero, realizadas por personas o entidades públicas y privadas.” ↩︎
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La excepción fue la presentación de Carlos Carvallo Spalding, presidente del Banco Central de Paraguay, quien dictó una cátedra sobre la independencia del Banco Central, la responsabilidad fiscal del Ministerio de Economía y la mayor libertad económica que, a su criterio, ha permitido a Paraguay alcanzar distintos logros en materia económica. ↩︎